#1 ¿Cómo se llama la señora que sale de la lámpara?
“¿Está amargo ese pepino? Tíralo. ¿Hay zarzas en el camino? Evítalas. Con eso basta. No añadas: ‘¿Por qué existe esto en el mundo?’”.
— Marco Aurelio
La señora se llama África y soy yo. Te preguntarás, ¿cómo es posible que alguien que no vive en un cuento pueda terminar residiendo en una lámpara?
Si echo la vista atrás, sé que nunca hubiera elegido un rol así por gusto, el rol de genio de la lámpara es un castigo. Ojalá tuviera otra explicación, pero la única que me viene a la mente sería la culpabilidad. Me sentía culpable por fracasos que no supe afrontar en su momento, y solo supe maquillar para poder vivir con ellos.
Afortunadamente conseguí librarme del rol gracias a terapia, libros y límites. Pasé de cumplir deseos ajenos, a intentar cumplir mis propios deseos. En ese proceso no fui capaz de prever que mi experiencia anterior iba a interferir en mis propios deseos. Para mi sorpresa, llegado el punto de ponerme al frente sin el cobijo de una empresa, de otras personas o de un discurso ajeno, me paralicé. No supe cómo hacer lo que hacía para otros, hacerlo para mi misma.
Mi primera idea fue escribir sobre mi experiencias en el sector del software, pero me resultaba agotador y derivaba en textos que iban de otra cosa. Me he cansado de teorizar, ¿a quién le importa lo bien o mal que sean las implantaciones de software? Porque a mi no. El resultado fueron textos y textos inconexos de, ¿por qué existe el pepino amargo, las zarzas, la falta de estudio, la mediocridad disfrazada de facturas vencidas, el narcisismo, o la falta de planificación?
Lo que he querido hacer desde el minuto uno es escribir, es el legado que me queda para dotar de sentido todos estos años.
Así que, seguí peleándome con borradores a medias, hasta que coloqué todo lo escrito en un único archivo. Fui separando por fechas, corrigiendo, formateado y, ¡voilà! De repente intuí un método. Pero eso, queridas y queridos, pertenece a la próxima carta.