#2 El método
Quiero admitir que me avergonzaba parecer poco profesional cuando se me ocurrió escribir esta Newsletter. He estado 4 años buscando recetas compulsivamente. Un método que me ayudara a encontrar satisfacción, no sabía si en mi trabajo o en mi vida. Ante el bloqueo, la receta es una promesa de eficiencia. Es hacer algo por primera vez y que te salga bien.
En tiempos del millón de impactos publicitarios, caí en algunos cursos online buscando la receta. Uno, dos, hasta tres cursos. ¿La encontré? ¿Valió la pena? No, pero sí. Ver a alguien hacer ofrece un atisbo de esperanza. Copiarlo parece un buen plan. El problema es que en internet no es fácil ver autenticidad y entender quién es realmente una persona. Hay que estar alerta ante el vendehúmo, que se aprovecha de los que necesitamos una salida.
El método, que no te voy a vender, es producto de una serendipia y de un mensaje reiterado que me llegaba de todas direcciones. Empieza. Haz algo. Cualquier cosa.
Y eso hice. Escribía y escribía. Escribí durante meses mucha, pero que mucha basura. Frases y frases cuyo objetivo era aligerar sobre el papel un peso enorme para mi.
Ese compost lo dejé fermentar. Diferencié párrafos, los coloqué y recoloqué. Trabajé consistentemente sobre esos textos para luego dejarlos descansar. Al volver a ellos para mirar aquel laberinto de palabras, necesité solo un segundo para oír el click: está sucediendo, me dije a mi misma.
Fue la pequeña victoria ante una creencia arraigada. Creó un precedente. Porque “Silencio”, que es como llamo a esa recopilación, fue un ejercicio de transparencia y honestidad. La conclusión es que la receta, en mi humilde opinión, importa una mierda. Lo que importa es conectar mínimamente contigo para entender qué es lo que necesitas. Quizás, lo que necesites sea tiempo, un cobijo para los días de tormenta, permitirte equivocarte las veces que sean necesarias, reducir las expectativas, no aspirar a la perfección y dejar de creer que hay algo más allá.
No habrá nunca una puerta. Estás adentro y el alcázar abarca el universo y no tiene ni anverso ni reverso ni externo muro ni secreto centro. No esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. Es de hierro tu destino como tu juez. No aguardes la embestida del toro que es un hombre y cuya extraña forma plural da horror a la maraña de interminable piedra entretejida. No existe. Nada esperes. Ni siquiera en el negro crepúsculo la fiera.Poema Laberinto en Elogio de la sombra (1969) por Jorge Luis Borges.