#6 Vas a morir
A pesar de que probablemente parezca una persona sumamente «creepy», quiero ser sincera: todo lo que hago en este momento de mi vida tiene como objetivo prepararme para la muerte. No es que piense que voy a morir mañana, ni dentro de un año, ni de diez. Mi única intención es ser consciente de que va a pasar. Así que mi técnica consiste en imaginar una balanza en la toma de decisiones con una pesada calavera colocada en uno de los dos platos, que me susurra: “memento mori”.
Normalmente dejo de hacer, dejo de experimentar y dejo de arriesgar creyendo que en el futuro habrá una oportunidad mejor. Donde estaré más preparada o las condiciones serán más favorables. ¿Cómo no va a caer una persona así en los brazos de la sobre-planificación? Aunque no negaré jamás que aterrizar las ideas y tener un plan son aspectos clave a la hora de hacer, lo cierto es que me había perdido en la continua proyección en el futuro. Nunca estaba en el aquí y en el ahora. Y lo que aún es peor, llevo toda mi vida usando como motivación el éxito imaginario. ¿Dónde quedó el viaje? El proceso. Vivir.
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas. — Konstantino Kavafis
Traducción del poema Ítaca: Pedro Bádenas de la Peña